RIESGOS DE CREERSE ADULTO ANTES DE TIEMPO

Un proceso inconsciente en la relación entre padres e hijos y que recién comienza a comprenderse explicaría por qué 8 de cada 10 adolescentes y jóvenes se mimetizan tanto con los padres que hasta pueden sentir la necesidad de probar la adrenalina de la velocidad, el alcohol y las reacciones violentas para sobrellevar esa pseudoadultez imaginaria.

Así lo demuestra un estudio realizado en más de 700 argentinos y uruguayos de entre 17 y 27 años. A la mayoría, ese proceso de adultización imaginaria los hace sentirse con 5, 20 y hasta 40 años por encima de su edad real. Eso los lleva a experimentar una autosuficiencia y una autoexigencia hasta el punto de no poder tolerar un fracaso, sentir fobia al aprendizaje y copiar de su entorno las emociones, la impulsividad y la violencia, sin los “filtros” de la madurez.

“La simetría entre padres e hijos es un efecto indeseado, involuntario e inconsciente del modelo de crianza más cercano y demostrativo. Además, desde siempre, los hijos copian a los padres desde que son muy chiquitos”, precisó la licenciada Claudia Messing, que dirigió el estudio.

A la vez, ese nuevo modelo establece vínculos más simétricos, en lugar de las antiguas jerarquías familiares. “Los de 40 ya son simétricos con sus padres y, a la vez, lo transmitieron a sus hijos. Los más chiquitos son hoy los más simétricos con los adultos, aunque carecen de la flexibilidad emocional necesaria para lidiar con esa pseudoadultez. Son sabios por un lado, pero inmaduros por el otro”, agregó Messing, que dirige la Escuela de Posgrado en Orientación Vocacional y Vincular-Familiar.

“Un nene de 2 años que habla como un adulto puede parecer muy gracioso, cuando es un signo que los padres deben observar.”

Este nuevo modelo de crianza, en el que los adultos interactúan de igual a igual con chicos, adolescentes y jóvenes con mayor capacidad intelectual de captar información que generaciones anteriores, tiene efectos no tan positivos.

“Es necesario empezar a afrontar las consecuencias negativas de la simetría, por la que los hijos se contagian de los estados emocionales de los padres y se mimetizan con sus historias.” Para eso, aconsejó no sólo empezar a poner límites con firmeza, sino también “generar una comunicación respetuosa y, cuando un hijo desee escuchar una explicación, estará en la habilidad de los padres la posibilidad de recuperar la confianza en su autoridad”.

Para poner a prueba la transmisión y los efectos de la simetría entre padres e hijos, 764 adolescentes y jóvenes accedieron a responder un cuestionario con 23 preguntas y a dibujar un árbol (ver ilustración). Sorprendió a los investigadores, ver cómo las respuestas al cuestionario aparecían resumidas en cada árbol dibujado.

En el libro que reúne toda la investigación e incluye una reproducción de cada dibujo llama la atención una característica: casi todos los árboles aparecen en la parte superior de la hoja, lo que demuestra que “él o ella es su propia autoridad” y que está “en paridad con el adulto”. El medio de la hoja, en cambio, representa la realidad y, la parte inferior, el apoyo, la reflexión de lo que uno hace y la introspección, “que la mayoría de los participantes mostró como algo que está vedado”, aclaró la autora.

El 80% de los árboles tienen aspectos envejecidos y con muchas marcas. De hecho, un participante de 18 años describió así un árbol sin apoyo, grande y con una copa que desborda la hoja en el margen superior: “Tiene 900 años, es seco, vivo y ramificado”.

Además, el 94% reconoció tener alguno de los síntomas de la simetría: la hiperexigencia; la desmotivación y el desinterés cuando no les salen algo; la desconexión emocional con los padres para poder tolerar el vínculo y la cercanía, consigo mismo y el entorno, lo que explicaría por qué les cuesta reconocer las preferencias vocacionales; la falta de incorporación de las jerarquías, no sólo con los padres, sino también al sintetizar un texto en el colegio; el contagio emocional de sus padres, sus compañeros de aula y hasta de lo que ven en los videojuegos, YouTube o la televisión.

“Es importante que los padres aprendan a no contagiarse de la emoción de sus hijos (durante una conversación o confrontación) para poder manejar la comunicación. Cuando los hijos tienen pocos límites, son más porosos a los estímulos externos.”

El 77% de los participantes dijo que tenía un vínculo simétrico con sus padres. Eso incluía ser hipercríticos con ellos, llamarlos por los nombres o sentir que los adultos los criticaban cuando les daban un consejo. “La mitad era hipercrítico de como se visten, hablan o hacen las cosas sus padres. En ese caso, lo mejor es no ponerse en una posición de igual a igual con los hijos y preguntarles por qué ellos creen que tienen razón.”

Es que aun cuando los hijos confrontan, siguen copiando a sus adultos. “Cuando los padres demuestren que sienten lo que dicen, despertarán la atención de los hijos.” Otro recurso es la inversión de roles: que los hijos sientan lo que provocan.

“Son todas herramientas nuevas de comunicación, que los jóvenes también tienen que desarrollar; tienen que desarrollar la forma de llegar a sus padres, sin caprichos ni imposiciones”, finalizó.