AUTORIDAD TIERNA Y A LA VEZ FIRME

Hoy, ponerle límites a los hijos es mucho más difícil para los padres que décadas atrás porque exige la construcción de modelos de autoridad tiernos y cercanos, pero a la vez firmes.

Cuando los chicos son pequeños el límite no se incorpora con la palabra sino con vivencias corporales de contención. El adulto tiene que impedir la acción peligrosa con actos concretos y abrazos contenedores, que le permitirán al niño generar su propia autocontención.

Cuando son más grandes, el problema es que los padres no pueden sostener las propias decisiones. Los que no logran poner límites tienen la expectativa de que los hijos son capaces de autocontenerse. Los ubican así, sin darse cuenta, en un lugar de adultos, de iguales, donde aparecen el reto y el enojo en lugar de la acción anticipada. Inconscientemente trasladan a sus hijos la misma posición de simetría, autoabastecimiento y falta de apoyo emocional que ellos recibieron de sus padres.

Así, los chicos internalizan desde muy pequeños una “pseudoadultez imaginaria”, que expresan en múltiples sintomatologías. Mientras dan órdenes a sus padres no logran contener sus impulsos ni tolerar la frustración; se bloquean, estresan y desconcentran en el estudio; padecen terrores fóbicos paralizantes; se angustian e hiperexigen como adultos. Sin contención son diagnosticados como ADD (déficit de atención) y son medicados desde chicos.