LA GENERACIÓN SIMÉTRICA

1.01.2010 | Claudia Messing es autora del libro Simetría entre padres e hijos. Efectos de la mimetización inconsciente con los adultos a nivel emocional, educativo, vocacional y social. Con ella abordamos algunos de los tópicos que hoy dibujan una situación preocupante respecto de la juventud y el reconocimiento de los límites.

Los hijos enfrentan a sus padres como si tuviesen la misma edad y su misma experiencia, se encierran horas en sus cuartos y manejan su mundo a través de la computadora. Los adolescentes actuales son capaces de maltratar a los suyos como nunca antes había ocurrido, y entre ellos se extienden adicciones y manifestaciones violentas. Difícil saber por qué todo ha cambiado tanto, por eso hablamos con Claudia Messing.

Noticias & Protagonistas: ¿Cuáles son los lineamientos principales de su trabajo “Simetrías entre padres e hijos”?
Claudia Messing: Uno de los ítems centrales es el desborde, que no sólo lo experimentan los adolescentes, sino también los adultos hasta los 40 años. Se habla de comportamiento adolescente, pero el estudio se realizó entre jóvenes de 17 a 27 años y llevó varios años de trabajo. La conclusión del mismo es que la simetría es inconsciente y heredada desde la más tierna infancia: por el vínculo tan cercano entre padres e hijos, éstos copian a los padres de igual a igual. Desde el vamos los chicos se sienten internamente como adultos, exigen saber sin darse tiempo para procesar y entender. Al no conocerse lo suficiente el mecanismo desde la educación, se pide desarrollar dispositivos para bajar la autoexigencia de los chicos. Se puede exigir mucho y producirse casos de hipertensión, dolores de cabeza, ataques de pánico, como ocurre con muchos chicos, angustias. O simplemente cuando ya tienen que tener respuestas se desmotivan, tiran la toalla, se desconectan y abandonan sus objetivos.

N&P: ¿Cómo se realizó la investigación?
C.M: La investigación les pidió que dibujaran un árbol, porque el árbol es la percepción más consciente, más profunda que la persona tiene de sí misma. Los árboles de los jóvenes son viejos, se notan árboles de 70, 80, 90 años, o están posicionados en lugar de poder, arriba de la hoja sin referente: ellos son sus propios referentes. No hay nadie por encima: pueden hablar y tener muy buena comunicación con los adultos pero en el fondo confían sólo en sí mismos, lo cual les dificulta el proceso de aprendizaje, de apoyo real del adulto, emocional. Por ende, el adolescente se muestra profundamente solo, híper exigido a tener respuestas inmediatas, resultados ya, con una tensión interna insoportable. Por eso ocurren tantos problemas a nivel educativo y emocional, tanta patología a nivel de los jóvenes antes desconocidas. Porque además esto interacciona con el afuera, que también es exigente, sin reglas en el otro; un afuera exigente donde el éxito es lo único que vale: éxito económico, brillar… Todo esto alimenta y ayuda a confundir la propia simetría de los jóvenes: yo soy igual a mi padre, o estoy por encima, no reconozco a nadie como autoridad.

N&P: El problema parece ir de arriba hacia abajo, porque los adultos, además de procrearlos, no tienen o al menos no demuestran aptitud psicológica, intelectual y emocional para guiarlos en su crecimiento.
C.M: No es tan así. Los padres hacen lo mejor que pueden, pero los hijos son diferentes. Los padres, al menos en lo que yo he trabajado, están interesados por sus hijos, los quieren, pero no saben qué hacer porque no encuentran al mismo sujeto que fueron ellos de chicos, cuando existía un tipo de autoridad definido y, si bien se plantaban, tenían un referente. Estos jóvenes, desde el vamos, no tienen criterio de autoridad, entonces es más difícil contenerlos y educarlos porque son inaccesibles.
Los chicos tienen ventajas porque tienen una captación de información impresionante y saben decirle al padre justo lo que al padre le va a doler. El problema es que esa información no tiene matices, no es mediatizada; son taxativos en sus afirmaciones, no dudan, y esa falta de duda les crea dificultades, porque dudar es buena cosa. Pero dudan sí de su autoestima, pasan de sentirse seguros a desvalorizados porque tienen puesta la mirada en el afuera. Porque la simetría da un criterio y una autosuficiencia imaginarios. Pero al mismo tiempo son muy dependientes de los padres porque no están preparados para el afuera, están preparados para la casa.

N&P: Es posible que haya un punto de ruptura. En nuestra vida como adultos hemos vivido más cambios en materia de información y tecnología que toda la humanidad en el pasado. Hoy, un chico de muy temprana edad maneja situaciones casi desconocidas para sus padres…
C.M: Pero no es el afuera el que maneja la cabeza de los chicos. El acceso a lo tecnológico, a la facilidad y la inmediatez, confirma y es la otra cara de la simetría interna. Obviamente colaboran con la idea de omnipotencia, de que no necesitan ayuda aunque en realidad la precisen todo el tiempo: la precisan para un trámite, un documento, para cualquier cosa. Algunos son muy hábiles, pero la mayoría son dependientes porque su poder es imaginario, no real. En cuanto comienzan a acceder al mundo del trabajo, allí la simetría disminuye, se diluye, pero hay puntos que igual permanecen en la omnipotencia.

N&P: Por el universo estudiado, se ve claramente que hoy la llegada a la adultez está postergada respecto del canon tradicional.
C.M: Mi investigación abarca hasta los 27 años, pero puede llegar hasta los 40 años.

N&P: Es el fenómeno de los “bamboccioni” en Italia, los hijos de 40 años que viven con sus padres. Incluso las autoridades debieron involucrarse en esta situación social, imponiendo multas a los que, llegados a esa edad, siguen viviendo con sus padres.
C.M: Es un fenómeno mundial. Allí están los japoneses también, donde la exigencia social es superior, donde las personas se suicidan, donde un fracaso merece un auto ajusticiamiento. Acá no se matan pero se desconectan, se desmotivan, se drogan. La simetría trae aparejada mucha desconexión emocional, porque la cercanía con los padres hace que en la adolescencia, para protegerse contra la adultez imaginaria, se desconecten, y quedan así. Entonces impiden a los adultos conocer sus intereses, ver realmente quiénes son, frenar con la ansiedad y la velocidad; se produce un automatismo en la personalidad que trae dificultades y sufrimiento.

N&P: ¿Tiene que ver con la idea de recuperar en Argentina el criterio de autoridad que quedó tan deteriorado, tan devaluado después del Proceso, y que tanto afectó a los adultos en su convicción de lo que significa y de su importancia como ordenador social?
C.M: Todo el afuera alimenta la cabeza de los padres. Ejercer la autoridad no tiene que ver con ser autoritario. Hoy es más difícil que antes porque tiene que ver con la firmeza interior, con la comunicación, con la posibilidad de percibir al otro, de poner límites adecuados y no arbitrarios, con la coherencia. La persona que ejerce autoridad tiene que crecer, madurar, tener un verdadero contacto con los chicos, dominar la comunicación, y lo que es muy importante, no permitir maltrato en la comunicación, un arte para el que no hay modelos previos y los padres deben hacerlo, respetuosa, firme, afectuosamente. Es una tarea nueva, ardua, que va con la simetría. Vas a poner límites a personas que te van a decir “sí, ya”; lo vas a hacer con personas que te van a mirar, van a medir si es coherente, te van a cuestionar. Todo esto complejiza la tarea mientras no sepamos qué pasa por dentro en la cabeza de los jóvenes, mientras padres y educadores no lo sepan. Por eso estudiamos a 764 jóvenes; si no se sabe que hay un cambio estructural psíquico en la cabeza de los jóvenes, los padres se pierden.
Medicación innecesaria

Claudia Messing, licenciada en Psicología y Sociología (UBA), dirige la Escuela de Post-Grado en Orientación Vocacional Vincular-Familiar y se ha especializado en la clínica, investigación y difusión de la simetría en los vínculos familiares.
En sus investigaciones, Messing encontró que los más pequeños, si se asustan, no se dejan proteger por los padres; el niño siente que él mismo se tiene que proteger y a ello se deben los cuadros de pánico y de angustia que frecuentemente se observan en esta etapa. Por eso los chicos están hoy medicados como nunca ocurrió antes en la historia de la humanidad. Y esto ocurre en todo en el mundo. En Inglaterra, según estadísticas oficiales, hay un millón y medio de chicos medicados por síntomas de depresión o tendencia al suicidio, entre otros problemas. Eso tiene que ver con otro de los efectos de la simetría: como el chico se ve de igual a igual con los padres, copia a los padres, se contagia emocionalmente de los padres y carga con todo los que los padres sienten, hasta con los padecimientos de la historia paterna y materna. Entonces, uno de los motivos por los cuales los chicos son medicados, además de por la híper exigencia, es por el contagio emocional que sufren de los padres.
N&P consultó a la licenciada Messing sobre la problemática de la medicación en niños y adolescentes.
C.M: La población adulta tiene también un nivel de medicación infernal. Nunca se ha visto tanta automedicación entre los chicos, esto es una locura… Chicos con depresión autónoma: si la tienen es porque se la contagiaron de los padres. Chicos diagnosticados con ADD (déficit de atención), cuando el problema tiene que ver con la falta de contención de los padres. Es un negocio; en la Argentina existe permiso para introducir medicación que es rechazada o prohibida en los Estados Unidos, aunque hay un movimiento profesional que ha frenado bastante el problema. En muchos pediatras ha aparecido un fuerte rechazo al criterio de medicar, al cual adhiero.